La Monja
Yo escogí ser monja por mi interés en servir a Dios desde la
atención a los enfermos y por ello pedí entrar en el convento de mi ciudad.
Mi primera experiencia
fue cuando la madre directora me
aceptó, después de hacerme un fuerte interrogatorio para determinar si yo en
realidad tenía un firme deseo de servicio y no buscaba un refugio donde me solucionaran el
albergue y la comida. No fue fácil, pues yo tenía veinticinco años y creo que
ella me veía muy volantona y poco recatada. La verdad, yo era muy noviera y una
poca libertina, me gustaba bailar, salir a discotecas y hacer el amor con mis
amigos. Ella se las arregló para darse cuenta de mi forma de ser y me dijo:´´
Tenga encuentra señorita que una vez admitida usted debe olvidarse de ese tipo
de vida , pue este convento es de clausura y usted debe de saber que no tendrá salidas
, ni visitas hasta que pase su primer año y posteriormente solo visitas muy
esporádicas de sus familiares más cercanos, padre madre o hermanos.´´ Lo cierto
es que yo si tenía un firme interés de poder ser útil y el ejemplo de Teresa de
Calcuta me conmovía y deseaba poder emular con ella.
La primera semana en el convento fue de locura, no tenía
contacto con el exterior, solo rezar y atender tareas, prácticamente sin
conversar con nadie ya que los ritmos del día en cuanto a tareas eran estrictos
y cuando llegaba la hora de acostarse una estaba rendida y sobre todo aislada. Creí
que yo debía estar muy loca para haber tomado esa decisión y siendo tan joven.
No podía creer que mi fin de semana, mi rumba y todo aquello que me gustaba
había quedado atrás. Por fortuna me asignaron una celda y en ella pude llorar
mis primeras noches, pero por fortuna en esos días sucedió algo y requirieron
de ayuda por parte de las monjas. Hubo un accidente y muchos heridos y nos tocó
socorrer esas personas. Fue mi primer acto de servicio. Esto cambio fuertemente mi actitud, pues me sentía muy deprimida. A partir de este
momento las cosas cambiaron un poco para
mí en lo interno, pues yo tengo conocimientos de enfermería y la madre
superiora vio que era eficiente en ese terreno por lo tanto comenzó a tener más
confianza en mí y fue permitiendo cierta posibilidad de compartir con algunas compañeras.
En las noches era lo más duro, porque aunque todo el programa diario estaba basado
en que no hubiera tiempo para el ocio, cuando me encontraba sola en mi celda
llegaban los recuerdos de mis noches de rumba y la libido se me alborotaba con
las consiguientes consecuencias. Lo que nunca había hecho, pues tenía buen
material de amigos…Aquí tocó, una noche
me deje llevar por el deseo y la solución fue masturbarme, aquello fue
tan placentero que se volvió durante algún tiempo lo más deseado cada noche.
Un buen día la madre superiora me llamo a su despacho y yo creí que había alguna queja contra mí, pero por fortuna era para algo que yo siempre espere que se diera algún día, me planteo que le habían pedido voluntarias para servir en la clínica del seguro social de entonces y yo me sentí feliz, así que acepte de una aunque la verdad, una no tenía la opción de pedir o rechazar. Este cambio cambió mi vida de monja de clausura a monja con libertad de movimiento, pues cada día debía salir a cumplir horario y trabajar en lo que anhelaba, servir a mi prójimo. Pero como cada cosa trae su afán, resultaron cosas que me generaban gran conflicto interior. Ver la calle, la gente, y lo más duro, el día que comencé a laborar al lado médicos jóvenes y que me miraban y yo me sentía desvestida con sus miradas. En cierta ocasión me encontré con uno de mis mejores amigos y eso si fue maravilloso. Aunque muy recatado mi amigo y desde luego respetando mi nueva situación de verme con hábito de monja de todos modos se abordó la situación sexual mía y la insinuación de volvernos a encontrar íntimamente. Eso fue terrible, aunque no mostré interés mayor, pero por dentro estaba destrozada y deseosa de ser raptada y abuzada por ese amigo. A partir de aquel encuentro y lo que sucedía en el trabajo diario se generó uno de mis mayores conflictos con mi forma de vida. Buscar mantener la abstinencia y ser eficiente en mi tarea de servicio.
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